Salgo del supermercado de Álzaga y Merlo, caminando. Llego a Mitre y
Álzaga y escucho un fuerte ruido a caja de cambio: una joven treintañera a
bordo de un Chevrolet Corsa, intentando
ponerlo en marcha. En cada vidrio un cartel de "PRINCIPIANTE", el
auto detenido, asomando un 30% sobre la avenida... un segundo después aparece
un vecino con una moto a no menos de 80 km por hora, y le grita: "FORRA LA
CONCHA DE TU MADRE INÚTIL DE MIERDAA!"; otro por atrás, con un Astra, la
pasa acelerando como si los pistones fuesen balas de punta hueca: "PUTAAA,
METETE EN LA COCINA Y NO SALGAS MÁAAS" chilla. Al toque aparece un bondi
de la 123, rumbo a Palomar; le tira, literalmente, el coche encima... justo
antes de llevarla puesta clava los frenos y le escupe un fuerte y prolongado
trompetazo, con esas bocinas a aire que te dejan literalmente sordo... miro al
chofer: se caga de risa el hijo de remil putas. Me quedo parado mirando a ver
qué onda, si necesita ayuda para arrancar el auto, o para evitar que la maten
los machos dominantes del machote barrio conurbano. En un instante se hace
silencio y desaparecen todos: la chica queda sola en medio de la avenida. Me
acerco: está llorando, llorando de impotencia, de violencia, de todo, y aún no
puede encender el auto. Le digo: "no te asustes, vivo acá a media cuadra y
vengo del supermercado ¿te ayudo?", me mira la bolsa con los tomates y me
contesta, lagrimeando "no, no, tengo que encenderlo yo, sino no voy a
aprender nunca". "Dale", le digo, "no les des bolas a
éstos simios descastados, ya se olvidaron de lo que es la compasión".
"Gracias”, me dice, y lo repite como en trance, secándose las lágrimas: “gracias”.
Entonces le da de nuevo a la llave y el motor, como por arte de magia,
enciende. Arranca despacito, me saluda por el espejito y se va.
No hay comentarios:
Publicar un comentario