lunes, 6 de abril de 2020

Cuarentena

El silencio regresó al barrio, ese silencio que reinaba en la noche cerrada cuando yo era muy chico. Menos de un mes de cuarentena y observo que se ven más estrellas desde casa, tal es así que desempolvé mi viejo telescopio y lo subí a la terraza. La Cruz del Sur y el Gran Orión ya no están solos, ahora un pequeño y débil séquito, diariamente creciente, los acompaña. Y la estrella de la tarde, Venus, brilla con un brillo lisérgico, como nunca brilló en la gran ciudad. Al atardecer cantan los zorzales amarillos, compiten entre sí, son de esos zorzales que no veía por el barrio hace no menos de dos décadas. Y volvieron las calandrias y los chimangos, y se multiplican las torcazas. Las mariposas, rojas, blancas, amarillas y negras, revolotean felices entre las plantas... por eso "Nada puede ser peor que una vuelta a la normalidad"... y eso, justamente, es lo que más me entristece de todo este asunto: que vuelva a ponerse en marcha la maquinaria parasitaria humana... sin límite, sin reflexión, sin piedad. "Los Reyes de la creación", afirman que somos los que practican una fe de capilla, pero si somos reyes de algo es de una peligrosa hipocresía que juega a las escondidas con la muerte mientras manosea, con pulsión masturbatoria, la perfecta y modernísima pantallita del puto teléfono celular.

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