jueves, 30 de junio de 2016

Caldo de paloma

Año 2001, invierno. Yo estudiaba piano en el Conservatorio Manuel de Falla, que en ese entonces funcionaba en el Teatro San Martín, Corrientes y Paraná. Faltaba muy poco para la caída de las torres gemelas, y un poco más para los muertos de diciembre y la huida del presidente en helicóptero.
Por la crisis, viajaba en tren desde Caseros hasta Retiro, y desde ahí pateaba poco mas de veinte cuadras, para no gastar en bondi. Entraba a las 8:30 de la mañana, por eso a las 8 en punto siempre pasaba caminando por la plaza Lavalle, la que está justo frente al teatro Colón.
En la plaza a esa hora se juntaban diariamente grupos de 20, 30 o 40 personas, hombres y damas... cazaban palomas, juntaban ramas y cocinaban los bichos en grandes ollas de aluminio. Palomas con caldo y arroz blanco.
Una mañana yo pasaba y uno de los tipos que estaban junto al fuego se me acercó, y me ofreció: -¿quiere, amigo, quiere desayunar?-
-No- le contesté -pero gracias igual. Y seguí rumbo a mi estudio.
Pasaron quince años y aún recuerdo los ojos del tipo, el sobretodo raído, la sonrisa sincera, el pelo finito y despeinado.
En esa época vos podías comprar, en cualquier comercio de Buenos Aires, la misma mercadería que se vendía en los comercios de Nueva York, de París, Singapur o Sidney... había mucha libertad para eso.
Y también podías, si tenías mucha hambre, comerte un caldo de paloma frente al teatro Colón.

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