miércoles, 20 de noviembre de 2013

La muerte de Barbie en manos de la turba

La encontraron en un terreno baldío, en las afueras de Beverly Hills.
Estaba derrumbada entre pastos secos, cerca de un hormiguero gordo y abultado; el pelo platinado grasiento y pegoteado sobre el perfil izquierdo y mudo, la pierna derecha cruzada sobre la espalda en un ángulo grotesco, la piel morada y rancia en un puzzle de hematomas.
Dicen que todo empezó con las dos bombas en Japón... seguramente el odio y la sed de venganza por doscientas mil personas exterminadas en segundos no es un factor despreciable, ni siquiera a nivel energético.
Otros aseguran que el asesinato de JFK fue el primer indicio de la escalada de violencia contra el Imperio y sus íconos.
En realidad nadie sabe el porqué de tanto salvajismo volcado sobre la desproporcionada e irreal blonda aburrida y letánica.
La resolución del secreto tal vez se halle en las lluvias de napalm sobre el territorio vietnamí o entre las amazónicas selvas arrasadas de Corea; puede que la respuesta esté sellada entre los muros helados de los saqueados museos de Bagdad o en las arenas infernales de Afganistán y sus cielos estallados con bombas de racimo.
Algunos, entre susurros, hablan de Waco... la secta de los davidianos y sus niños inmolados por el fuego marine.
Otros conjeturaron la contaminación por galio que sufrió Rajneesh en su espalda mientras esperaba en prisión y que terminó por llevarlo a la tumba con un coglomerado grisáceo de tumores vertebrales paridos directamente desde el FBI.
Es sabido que la catarsis de la turba es pura como la nieve que cae, y que el consenso de muchos convierte el asesinato en una obra ejemplar.
Y así sucedió con Barbie.
La agarraron cuando salía para el shopping... Ken, lagrimeando, declaró que iba por una una dona light hacia el local de McDonalds.
La atraparon en la calle y la subieron a la caja de un camión... algunos testigos aseguran que ya al principio los vándalos eran más de cien.
No se sabe bien que sucedió dentro del semi, sólo se sabe lo que la autopsia leyó en su cadáver.
Lo cierto es que la escultural rubia desapareció varios días. Mientras tanto, el mundo occidental y civilizado, atento a estas cuestiones de imagen, permaneció en ascuas.
Los forenses, luego de examinar el cuerpo masacrado, revelaron algunos detalles de lo macabro: los golpes con objetos contundentes y las torturas reiteradas, la gran profusión de fluidos sexuales entre los jugos gástricos, los curiosos -y numerosos- elementos punzantes hallados en la profundidad cavernosa del tubo intestinal... y las incontables vejaciones sucedidas antes y después de acaecida la muerte.
En su cuerpo contaron más de sesenta puñaladas, y más de la mitad de ellas  ocultaba restos seminales.
Una versión, que atribuyen a una organización pseudo religiosa, reza que la muerta no era la Barbie original, sino su clon número tres.
No pocos conectaron el crimen con el derrumbe de las torres gemelas en el año dos mil uno.
Desde la cárcel, Charles Manson, siempre sonriente con la esvástica en la frente, se apresuró a deslindar a su grupo, y a el mismo, de toda responsabilidad por el asesinato, aunque admitió haber sentido una gran frustración por no haber estado allí.
La CIA cree que elementos terroristas ultra islámicos están detrás del hecho, y lo mismo opinan en los cuarteles del MOSAD, aunque los países árabes hacen mutis por el foro.
Finalmente la enterraron un domingo soleado con una sentida ceremonia cristiana; el servicio religioso fue a féretro cerrado.
Dicen, los que asistieron, que el lunch estaba exquisito.
Mesas con servilletas color rosa y masitas bajas calorías.
Hacía calor.

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